Mi historia

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Nací un 30 de octubre de 1966 cuando este mundo era muy distinto. Dependiendo desde el lado que se lo mire, era un mundo más sencillo y más redondo, donde todo quedaba lejos y el demora en la llegada de la información era grande. Por si fuera poco, hasta mis 7 años viví con mis padres en un pueblo del interior llamado Arroyo Seco que hoy ya es ciudad (lo aclaro porque se me van a enojar los vecinos de aquel entonces). Aún tengo el recuerdo de alguna tía que por entonces venía de los Estados Unidos para navidad y yo la veía casi como a una astronauta. Mis pasiones, como todo chico, eran jugar el mayor tiempo posible, descubrir el entorno casi campestre que me rodeaba y nutrirme de cuanta historia de aventuras estuviera dando vueltas por allí, viendo mi cuerpo crecer y midiéndolo en una jirafa pegada en la pared que era un metro incluido en una Revista Billiken.
Más adelante, por motivos laborales y de mejora, mis papás pudieron comprar su casa en Rosario y nos vinimos a vivir aquí. Todavía tengo la imagen en mi mente de llegar a la ciudad en el camión de la mudanza. Llegaba a un mundo nuevo, lleno de miedos y desafíos. Mis padres eran gente muy trabajadora y luchadora. Mi papá, empleado del ferrocarril durante el día y mozo durante la noche. Mi mamá ama de casa y repostera de barrio como para generar un ingreso extra. Ellos me comenzaron a mostrar que luego de la niñez venía una etapa de lucha y sacrificio, y así siguieron mis años.

Al llegar a Rosario fui a una escuela bien de barrio llamada Gobernador Crespo y que le decían «Piojito» (se imaginarán porqué). Era una escuela donde se mezclaba un poco de todo: la gente humilde, la gente todavía un poco más humilde (no conocíamos ni existían las villas como son actualmente) y los que no íbamos a la otra escuela de un poco más de nivel que se llamaba Colón, también de barrio, pero de clase media.

Mi escuela tenía copa de leche, comedor escolar y merienda por la tarde. Allí aprendí que todo plato de comida tiene algún encanto, que la sopa sabe bien en verano como en invierno, que la palabra postre significa también pelar una naranja y que un helado en el día del niño era igualmente un regalo. Si rescato algo y mucho de esa etapa, es que aprendí a valorar muchas cosas que pueden parecer mínimas pero que para mucha gente no lo son.

Con el tiempo llegó una beca municipal que me permitió dar el gran salto educativo: poder ingresar en sexto grado de mi primaria al Colegio Salesiano San José. De esa etapa me queda la disciplina, la paciencia y además aprendí a pensar… se me enseño por sobre todo a razonar, a entender los problemas y buscar soluciones. En lo personal, allí aprendí a amar a mi país y sobre muchos valores de vida. Quedó grabado en mi memoria un gran cartel que veíamos todos los días al ingresar a la escuela, que medía más de 30 metros y tenía una frase del General San Martín: «Serás lo que debas ser o no serás nada».

Luego llegó la secundaria, también en el Colegio San José. En ese momento me incliné por estudiar para técnico electrónico. Hay que pensar que en esa época (año 1979) se comenzaban a vislumbrar los avances en la electrónica, pasando del transistor al circuito integrado y la miniaturización de los componentes, y estudiar electrónica era estudiar una de las ciencias de avanzada en ese momento. El colegio me siguió formando en mi disciplina y contribuyendo a incrementar mi capacidad analítica para resolver problemas. Los ejemplos de vida que más nos influían en ese momento eran, por ejemplo, la gente que llegaba al Instituto Balseiro.

Al terminar la secundaria salí, literalmente, a la calle a ganar mi sustento. Corría el año 1986 y todos sabemos lo que es ser joven, tener poca experiencia como para impactar con un CCVV. Por otro lado, y lo más importante, siempre supe que mi camino era ser libre, ser mi propio jefe. Así, haciendo diversos trabajos, transcurrieron algunos años de mi juventud hasta que un día vi la posibilidad de ingresar a un negocio que recién comenzaba y se empezaba a vislumbrar con gran potencial: la instalación de alarmas domiciliarias. Nuevamente en mi vida, sin experiencia alguna en dicho rubro pero si con una amplia determinación de aprender, comencé. Luego, como en todo negocio, un cliente trajo a otro y fui creciendo, empecé a tomar empleados y así llegué a tener mi primer empresa/emprendimiento exitoso.

Corrían los años 90 y viajé a Estados Unidos a una exposición de seguridad para actualizarme en nuevas tecnologías electrónicas. Fue así que en aquel país, y con viajes subsecuentes, pude ver la primera ola de las .COM. No entendia demasiado que era todo eso ni como era el negocio en si, todo era extraño y nuevo para mi, pero sin embargo vi en internet el camino de una nueva era económica y de ampliación del acceso al conocimiento.

A partir de allí seguí con mis alarmas pero evaluando como daría el salto al mundo de internet. Una cosa lleva a la otra y con una idea clara de desarrollar sitios web, generé un producto que le permitía a las empresas de mi país tener presencia web a un costo totalmente accesible. El negocio se basaba en la excelente calidad de la gente Argentina, en un modelo de costos totalmente accesibles y mediante el uso de plantillas. Los sitios generados también los vendíamos en USA. Esta etapa transcurrió en plenos inicios de internet y con la convertibilidad todavía pujante, pero que ya entraba en decadencia. No fue un buen clima para vender desarrollos web. Por lo general, poca gente aquí sabía del potencial de tener un sitio web, el e-mail casi no era utilizado y los canales de comunicación predominantes eran el teléfono y el fax… cuesta creerlo hoy, no?

Luego llegó la caída de De La Rua, la salida de la convertibilidad y nuestro peso que volvió a valer ni un peso. Para ese entonces me encontraba con mis costos dolarizados y mis ingresos pesificados, una casa a medio pagar, un país incendiandose, mucha incertidumbre y sólo 200 dólares en el bolsillo. Llamé a un gran amigo que tengo en los Estados Unidos, que si bien no podía ayudarme económicamente, si podia darme un techo y un plato de comida como para ver si podía empezar con lo que sea por allá. Partí.

Imagínense que con 200 dolares en los EEUU no se puede hacer mucho y menos sin un vehículo con el que moverse en las distancias que tienen sus ciudades. Así es que tome la bordeadora de césped de mi amigo y comence a golpear puertas en su vecindario. En el primer lugar que me dijeron que sí (debo decir que más que cesped tenia un pedazo de la amazonia en su jardín y estuve cortando desde las 8 hasta las 18 hs), los dueños de esa casa me comenzaron a preguntar a que me dedicaba en mi país y yo les conté acerca de mi último emprendimiento de desarrollo de páginas web. Ellos me invitaron a cenar esa noche y me comentaron de una ONG con la que ellos colaboraban, dedicada a ayudar a las mujeres victimas de violencia doméstica. Esta ONG necesitaba realizar su sitio web y luego de esa noche ellos me presentaron a su directora. Hablando con ella, me comenta que quería llevar el contenido de un anuario de sus actividades y aportes a la comunidad a un sitio web, y me pide un presupuesto. Al día siguiente le presupuesto 700 dólares por el trabajo y le digo que para el miércoles próximo estaría listo. Ella se me queda mirando sin entender mucho y me pregunta ¿para que miércoles? y si además no me faltaba algún cero en el presupuesto. Yo comencé a sudar frío por el temor a perder este trabajo, y ella me dijo… «hagamos una cosa, si para el miércoles próximo el trabajo esta listo, te pago mil dolares. De más esta decir que el trabajo se terminó antes de lo pactado y desde allí cambió la suerte. Un trabajo trajo otro y otro… con el dinero que cobraba allá, pude estabilizar la situación en Argentina y comenzar a invertir en algunas computadoras para diseñar en el living de mi casa, que era nuestra gran oficina.

Luego en USA sucedió lo de las torres gemelas y todo volvió a cambiar. El país de la libertad y el respeto, cambió y se llenó de controles, guerra y un clima enrarecido. Por otro lado, más allá que en lo económico me iba cada vez mejor, sentía que le estaba fallando a mi país, que había un negocio que podía hacer desde aquí y era para mi una posibilidad de traer trabajo genuino y de nivel mundial, pero no podía verlo.

Seguramente escucharon alguna vez ese dicho popular que dice que cada niño que viene a este mundo llega con un pan bajo el brazo. Yo siempre bromeo que mi primer hija llegó con un servidor bajo el brazo. Una noche a las 5 am suena el teléfono que tenía en EEUU y era mi mujer desde Rosario que me decía que íbamos a ser papá. Imaginen sus miedos y dudas… yo a 8000 km de distancia, ella aquí en un país a duras penas saliendo de la crisis pero con un futuro incierto. Esa llamada fue un alivio para mi, un faro que me marcó el camino a seguir y en que país quería criar a mi hija. Ese país era mi país, Argentina y en la ciudad que me dió todo, Rosario. En ese momento comencé a pensar en como sintetizar en un nuevo emprendimiento que fuera posible realizar desde Argentina, que tuviera un alcance mundial y que nos permitiera pensar en grande. Así y allí surge, de toda la experiencia de vida, vender hosting. Recuerdo que el nombre Dattatec.com, lo registre la noche siguiente y todo comenzó comprando un pequeño plan revendedor a una empresa de New Jersey.

Un nuevo paso, un nuevo desafío…

Dicen que en la vida nunca hay que quedarse de brazos cruzados. Y como si la responsabilidad de conducir la empresa que hace 13 años fundé fuese poco, hoy me embarco en un nuevo desafío junto a mi familia y a personas que me acompañan desde hace mucho tiempo. Con la firme convicción de crear trabajo genuino y valor agregado en nuestro país, nace a fines de 2014, BordeRío Bodega & Viñedos.

Pero como no me atraen los desafíos simples, elegimos la Ciudad de Victoria, provincia de Entre Ríos, para plantar nuestras vides y trabajar el suelo. Sí, vino en Entre Ríos.

Un suelo con mucha historia vitivinícola forjada por los inmigrantes que con mucho trabajo supieron posicionar a Entre Ríos como el quinto productor nacional de vino allá cuando corrían las primeras décadas de mil novecientos. Luego de malas decisiones tomadas por quienes gobernaban y de atropellos hacia el pueblo entrerriano, en la década del 30 se prohíbe la producción de vino destruyendo la industria en todo el país excepto en la Región de Cuyo.

Hoy con la responsabilidad y las ganas de refundar la región con raíces vitivinicolas del Litoral Argentino, no me quedo de brazos cruzados y camino este nuevo emprendimiento que es BordeRío Bodega & Viñedos. Me entrego nuevamente a un desafío sin rezagar todo lo caminado en estos 13 años de DonWeb.

 

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