«Sólo espero que no olvidemos una cosa, todo comenzó con un simple ratón» (Walt Disney)
Toda persona que quiere hacer realidad sus sueños, siguiendo los ritmos caóticos y vertiginosos de nuestros países latinoamericanos, sabe que pasará muchos días y, seguramente, muchas noches de insomnio pensando en cosas como: ¿de dónde saldrá el dinero que necesito para pagar mañana mis cuentas?, ¿cómo conseguiré nuevos clientes?, ¿cómo cubriré ese nuevo impuesto? que los políticos, en su infinita creatividad para manejar el dinero ajeno, se encargan de decirnos que será el último, transitorio y por poco tiempo.
Claro, es difícil pensar en todo eso y a la vez mantener encendida la llama que alguna vez nos hizo comenzar nuestro emprendimiento. Emprendimiento que generalmente comienza como una forma de buscar sustento y una vida digna para nuestras familias, y que luego crece con la responsabilidad por sobre muchas familias más, las de los colaboradores que se suman al desafío de llevar el sueño de emprender a la realidad diaria, con inteligencia, largas jornadas y heroicos esfuerzos.
Sin embargo, cada tanto miramos hacia atrás y vemos que con nuestro trabajo pudimos modificar nuestro entorno, generar más trabajo, desarrollar las capacidades de las personas, y una suma de cosas buenas y positivas. Todo eso que por un lado nos genera más responsabilidad, y por otro termina siendo nuestra alegría y felicidad diaria, al ver el camino recorrido en pos de construir una mejor sociedad.
Quizás parezca demasiado optimista mi mirada, pero estoy convencido que estamos viviendo tiempos de un gran potencial para toda la humanidad.
Nunca en la historia del ser humano tuvimos acceso a tanta información y conocimiento. Esto es fantástico porque se generan empleos que hasta hace menos de una década no existían y soluciones que van cambiando nuestras vidas para mejor. El futuro lejano se nos acerca rápidamente, a una velocidad que nunca vimos antes. Simplemente no debemos olvidar algo: «el ser humano», con nuestra bondad, nuestra capacidad de imaginar, de soñar, de sentir, e incluso de aprender de nuestros errores, es lo que marcará la diferencia y hará que podamos aprovechar ese gran potencial.
Desde Donweb buscamos ser parte de este cambio, lo llevamos en nuestro ADN, y cuando alguien me pregunta cómo hacemos el suceso Donweb. Yo les respondo que seguimos la ley de las 3 P:
Pasión: sin ella nada se puede lograr y supera a la lógica del «no se puede».
Perseverancia: para transitar los momentos más difíciles y finalmente salir airosos.
Plata (dinero): porque nuestros emprendimientos deben ser autosustentables, ya que nadie vendrá a rescatarte cuando comienzas. Ni los bancos, ni los inversores ángeles, ni nadie que consideras le sobra dinero como para invertir en tu sueño.
Aquí estamos… y en 2020, como en todos estos años, podrás contar con toda la familia de Donweb para hacer juntos un año lleno de avances positivos!
¡Buenos vientos!